Hay un tiempo particular del año en el que todo se vuelve más lento, como si fueran bajando el volumen y todo se fuera apagando poco a poco. Algo dentro empieza a bajar la voz. No porque todo lo tengamos resuelto, sino porque ya no se logra empujar de la misma manera.

Cuando llega diciembre, solemos estar así. Todo está lleno de luces, alegría y festividades, y debemos estar a veces inmersos en este mood, casi por obligación, terminando con brillos y luces por fuera, con silencios y secretos por dentro. Con listas de deseos de lo que viene, evaluaciones de lo que no pudo ser, imágenes que aparecen de lo que no pudimos lograr.

Tal vez hoy estemos allí… dando una vuelta atrás, sin lograr entender cómo nos sentimos. No fue un año fácil, pasaron cosas que nunca esperamos, pero hicimos lo que pudimos en cada situación, aun sin saber muy bien cómo avanzar.

A veces resulta ser como un checklist, cerrar el año con agradecimiento, algo que debemos simplemente marcar y dar por cumplido. Al final suele convertirse en una tarea por hacer, sin profundidad ni reconocimiento.

Pero…

La gratitud es mucho más que algo por hacer, no es colocarnos máscaras de sonrisas fingidas o llenar recuadros con frases bonitas; cuando es honesta va mucho más allá, se convierte en una luz, te permite ver en la oscuridad, apreciando lo que ya tienes sin enfocarte en lo que aún no.

Y sí… este año no resultó como queríamos.
Y sí… este año no logramos cumplir todas las metas.
Y sí… este año solo existimos, en lugar de vivir.

Aun así, estamos acá… Con enseñanzas, con heridas o cicatrices, con una versión nuestra que no existía hace algún tiempo. Agradecer es un proceso interno, reflexivo, es mirar nuestros propios pasos y “aceptar nuestra propia historia”.

Entonces hoy podemos tomarnos un momento, respirar, mirar hacia nuestro interior y quizás preguntarnos:

Cuando llega el cierre de año, no significa necesariamente que debemos estar cerrando etapas, fases o tiempos específicos en nuestra vida. Existen y quedan situaciones sin resolver, relaciones sin terminar, heridas que no han terminado de cicatrizar, metas sin cumplir. Y terminar así, está bien.

Simplemente sea terminar el año con una gratitud silenciosa, que se sienta solo un descanso, un tiempo para respirar, un tiempo con nosotros, sin necesidad de buscar explicaciones, solamente tener una mirada amable, cálida y compasiva hacia nosotros mismos, un solo viaje con abrazos de calma, sinceridad y verdad.

Desde Yerbabuena SAT – Gestión Emocional, comprendemos que estos momentos de pausa, cansancio y silencio interior no son fallas del proceso, sino llamados del ser. Creemos que la gratitud no nace de forzar estados de ánimo ni de cumplir expectativas externas, sino de habitar la experiencia humana con presencia y conciencia, incluso cuando duele o incomoda. A través de la psicología transpersonal, los retiros, la meditación y los espacios terapéuticos de nuestra casa de bienestar, te acompañamos a a mirarte con honestidad, a escuchar tu historia interna y a reconciliarte con lo vivido, entendiendo que todo proceso tiene un sentido más profundo. Gratitud, para nosotros, es un acto terapéutico: sentir lo que hay, amar la propia experiencia y permitir que, desde allí, algo en nosotros trascienda. No se trata de cerrar el año perfectos, sino de cerrarlo más conscientes, más humanos y más en contacto con nuestra verdad.

 

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