Desde la pandemia, la salud mental ha tomado más relevancia; sin embargo, es necesario reconocer que en el pasado no se le daba la importancia que realmente tiene para el bienestar integral de los seres humanos. La OMS ya ha reconocido a la salud mental como parte del concepto de salud, entendiendo que el funcionamiento corporal óptimo no es lo único a tener en cuenta.

Los avances tecnológicos, las afectaciones psicológicas actuales, la visibilización de diversas violencias y otras realidades contemporáneas generan impactos significativos en nuestra salud mental. Es apenas recientemente, gracias al auge de la psicoterapia, que las estrategias de resolución de conflictos, gestión emocional y comprensión del mundo interno se han masificado y han empezado a brindarnos herramientas necesarias para navegar los síntomas del vivir.

Históricamente hemos dado especial relevancia al autocuidado corporal y la higiene física, pero se han establecido pocas pautas para el mantenimiento de la salud y estabilidad emocional. Incluso en la crianza, durante generaciones, lo emocional fue ignorado o reprimido. Y lo que no se nombra, se transmite en silencio.

Hemos aprendido a convivir con angustias constantes, relaciones que duelen, patrones que se repiten, heridas abiertas… sin considerar que la psicoterapia no es un lujo, es una necesidad básica. Así como se contempla el mercado del mes, el transporte o el arriendo, deberíamos incluir, con la misma naturalidad, un espacio para cuidar la mente, el corazón, los vínculos.

La salud no está completa sin salud mental. Y aunque hoy sabemos que lo que no se expresa emocionalmente muchas veces se manifiesta en el cuerpo —en forma de insomnio, fatiga, dolores, enfermedades psicosomáticas— aún persiste la idea de que ir a terapia es solo para quienes están “muy mal”. Pero eso es como creer que uno sólo va al médico cuando ya no puede moverse.

La psicoterapia también es preventiva, también es formativa, también es liberadora. Es un espacio donde no solo se acompaña el dolor, sino también el crecimiento, la exploración de la identidad, la toma de decisiones conscientes.

Ir a terapia no es señal de debilidad, es un acto de madurez. Es asumir la responsabilidad de conocerse y revisarse, de ponerle palabras a lo que duele, de resignificar lo que se aprendió en el dolor. Una sola sesión puede ser la puerta a nuevas formas de ver(se). Un proceso sostenido puede cambiar la manera de vivir.

Cada mes destinamos dinero a lo que consideramos esencial:
alimentos, plataformas, productos de cuidado personal, entretenimiento.
¿Y la salud emocional? ¿Por qué no ocupa aún un lugar fijo en esa lista?
Muchas veces decimos que no hay tiempo o dinero, pero en el fondo se trata de qué prioridad le damos a nuestro mundo interior. Porque cuando algo duele mucho, buscamos ayuda. Pero no deberíamos tener que esperar a que duela tanto.

Una persona que hace terapia no sólo transforma su vida, sino también su entorno. Un padre que trabaja en su historia, cambia la forma en que cría. Una madre que revisa sus heridas, enseña a sus hijos a amar sin repetirlas. Una pareja que se mira con responsabilidad, puede construir vínculos más conscientes. Lo que se transforma por dentro, inevitablemente se transforma por fuera.

Pensar la psicoterapia como parte de la canasta familiar no es un capricho: es una apuesta por una vida más habitable. Es reconocer que lo emocional también se cuida, también se aprende, también se alimenta. Y que una sociedad que da espacio a la salud mental es una sociedad que se atreve a vivir con más libertad, más ternura y más verdad.

No todo se puede resolver en solitario.
Y no tiene por qué.
No nacimos para cargar solos.

A veces solo necesitamos un espacio seguro donde mirar hacia adentro sin juicio. Un lugar donde lo que duele tenga permiso de decirse, de llorarse, de transformarse.

Ese lugar existe. Se llama psicoterapia.
Y ojalá algún día la tratemos como lo que es: una necesidad básica.

 

En Yerbabuena creemos profundamente que el bienestar emocional no es un privilegio, sino un derecho.

Por eso acompañamos procesos terapéuticos desde una mirada holística y transpersonal, que reconoce al ser humano como un todo: mente, cuerpo, alma y vínculos.

Sabemos que el autocuidado no es egoísmo, sino una forma de presencia amorosa con uno mismo y con el entorno. Si hoy estás buscando un lugar donde puedas mirarte con respeto, sanar con guía y reconectar con tu esencia, aquí estamos para acompañarte.

 

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